- Si te regalo una planta es para que la cuides, no para que la descuartices y enganches sus hojas una a una en la pared. Para esto hay una cosa que se llama papel, sabes? Para empapelar la pared. Hubiera sido menos ofensivo para mí.
Inés asintió con la cabeza y, sin darle más importancia a las palabras que acababa de decirle su hijo Víctor, siguió rompiendo la planta. Víctor sabía que aquello no tenia solución y suspiró tan fuerte que desordenó las hojas muertas de la mesa. Pero mamá trabajaba de forma tan sistematizada que las reordenó en un abrir y cerrar de ojos.
La muerte del padre de Víctor dejó a Inés muy hundida. El psicólogo explicó que Inés cayó en una gran depresión, pero sus hijos discernían con el diagnóstico. Para ellos mamá se había vuelto loca, no había más. Y la prueba más clara se dio el día que empezó a descuartizar todas las flores de la floristería familiar. Cerraron la tienda y desde aquel día que mamá no habla.
Víctor le regala flores porqué sabe que le gustan y así deja de llorar, pero le disgusta que las rompa. Probó con plantas de plástico pero Inés las quemaba y la casa olía fatal. Así que cada lunes Víctor le lleva una planta o unas flores a su madre.
Víctor se sentía tan mal que un día decidió ayudarla a empapelar la habitación. Empezaron por la de matrimonio, después vino el salón, el baño, la terraza... Se les fue de las manos.
Ese fue el día que empezaron a crecer raíces en la casa de los Fernández. Saben esas casas en las que apenas se ve la fachada porqué están forradas de plantas. Esa era una de ellas.