Diana nació un día de luna llena, hecho que, según sus padres, condicionó su vida desde el primer momento. Quizás no podamos decir desde el primer momento, ya qué su criterio no lo pudo imponer hasta que no aprendió a coger las cosas con las manos y seleccionarlas.
Ese criterio selectivo se acentuó a partir de ese momento en que su culo empezó a despegarse del suelo por voluntad propia. Indudablemente fue un gran paso, no solo para ella, sino también para sus padres, orgullosos de cualquier acto de progreso por parte de Diana.El poder andar le proporcionó un gran abanico de objetos nuevos. Ese lujo de poder acceder a los cajones superiores, inspeccionar dentro de ellos y encontrar lo que buscaba.
Hoy, por primera vez desde que se conocen, Juan se ha dado cuenta de aquello que sus padres se percataron cuando Diana era pequeña. Ha sido exactamente en el momento que Diana le ha servido el almuerzo: un plato con guisantes, un huevo perfectamente redondo y cuatro bolitas de sobrasada amasadas por la propia Diana, que con el paso por el microondas se habían desecho dejando un buenísimo jugo que Juan iba a mojar en breves con su pan, evidentemente, redondo.
Mientras Juan estaba observando el plato, Diana seguía lavando los platos de espaldas a él. Justo las 14.00 cuando Juan ha visto que la harmonía del plato que se iba a comer no era pura casualidad. Diana era una mujer de una belleza incalculable que eclipsó a Juan desde el primer día que se conocieron, y eso había hecho que Juan no se diera cuenta de todo lo que le rodeaba.
14.01. Apenas ha tardado un minuto en darse cuenta que casi toda la cocina estaba compuesta por objetos circulares. La mesa, las sillas, los platos. Juan se sentía tonto, ni siquiera se había dado cuenta que tenían una nevera redonda. Tenía delante un plato que olía muy bien, y justo enfrente una mujer a la que quería muchísimo, no quería ni imaginar cuantas sorpresas podía encontrar al cruzar la puerta de la cocina y adentrarse en el salón. Ni imaginar cuantas más cosas en forma de círculo había en su dormitorio además de la cama en la que habían hecho el amor miles de veces, y que justamente ahora se daba cuenta que, sí, era redonda.
Quizás solo fue una coincidencia que Diana naciera en luna llena y que sus padres decidieron darle ese nombre tan redondo, indudablemente dieron en la diana. Pero Juan estaba hambriento, tenía mala puntería, y precisamente esta mañana no ha querido arriesgarse a hablar y romper ese círculo tan perfecto en el que vivía.