Encontré el caramelito de menta en el fondo del cajón. Sorprendida lo tiré, sabía a chocolate y té! Y el cabrón no se partió, se me resistía. Lo pisé lo más fuerte que pude y aún así se resistió.
Probé con una piedra, después con un martillo, lo intenté con el Minipimer, con la raqueta de tenis. Era invencible.
Me senté a pensar. Me preparé un té de chocolate. Sin azúcar. Estaba caliente. Muy caliente. Se me empañaron las gafas. No veía nada. Me saqué las gafas y miré al caramelito con la mirada más cruel que se puedan imaginar. Me la volvió a jugar, ahora se veía borroso.
Totalmente fuera de control cogí al caramelito lo más fuerte que pude y lo eché dentro la taza.
Inexplicablemente se disolvió.
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