viernes, 21 de octubre de 2011

Las migas que se comió el pájaro azul

Encara no t'estimo li va dir en Jan a la Núria.
El vent feia ondejar les estovalles de paper, i les molles queien a poc a poc com si ballessin al compàs d'unes de les millors melodies de Bach.

Aún no te quiero le dijo Jan a Nuria.
El viento hacía ondear el mantel de papel, las migas iban cayendo moderadamente como si estubieran bailando al compás de una de las mejores melodías de Bach,

Y nada podía cambiar, él se había sentado en el sillón, como semanas atrás lo hizo su abuelo horas antes de morir. No sabía por qué Nuria le había convocado en aquel sillón, sencillo y húmedo por la infernal lluvia de aquella supuesta noche de otoño que no acababa de llegar.

El reloj no marcaba la hora, porqué ya nada la podía marcar. El fuerte viento, la lluvia y el temor a quedarse atascado en el barro superaban las expectativas del pajarito azul.

Y entonces fue cuando él iba a explicárselo. Pero el sol se levantó entre él y el sueño de creer que ese sueño hubiera podido ser realidad.



miércoles, 12 de octubre de 2011

Félix y sus amigos

El reloj de Félix Joaquín Sagrado seguía parado a las 4 de la tarde, pero todo el bar sabía que eran cerca de las 9 de la noche.

En el barrio todo el mundo le conocía por el loco de las corbatas. El lunes siempre tocaba la verde, pero hoy era jueves y llevaba una a rallas azules. Estaba sentado en la barra tomándose un batido de chocolate.

Se puso la mano en el bolsillo buscando calderilla. Abrió la mano y solo encontró ochenta céntimos, un papel de chicle, un palillo y un poco de pelusa del pantalón. Su cara no fue precisamente de satisfacción, pero ni siquiera él sabía que estaba buscando.

Ni se acordaba cuantas horas llevaba sentado en aquel taburete, se le había dormido hasta el culo. Pero aún le quedaba cuerda para rato. Su amigo no hablaba demasiado, o quizás era que Félix Joaquín no le dejaba hablar. A veces se pasaba horas palabreando sin llegar a ningún sitio hasta que venía Paquita a recogerlo.

Ella lo cogía por la espalda sin decir nada. A veces, Félix Joaquín rechistaba diciendo "espera que me despida de mi amigo Raúl". A veces Raúl, a veces José, pero a Paquita le daba lo mismo, todos eran iguales. Ella se esperaba, en ocasiones 2 minutos, en otras 1o, lo que hiciera falta. Ella se esperaba a que su marido privilegiado se despidiera del amigo que solo él podía ver.

A él le conocían como el loco de las corbatas, a ella por ser la mujer más cuerda del pueblo.