miércoles, 12 de octubre de 2011

Félix y sus amigos

El reloj de Félix Joaquín Sagrado seguía parado a las 4 de la tarde, pero todo el bar sabía que eran cerca de las 9 de la noche.

En el barrio todo el mundo le conocía por el loco de las corbatas. El lunes siempre tocaba la verde, pero hoy era jueves y llevaba una a rallas azules. Estaba sentado en la barra tomándose un batido de chocolate.

Se puso la mano en el bolsillo buscando calderilla. Abrió la mano y solo encontró ochenta céntimos, un papel de chicle, un palillo y un poco de pelusa del pantalón. Su cara no fue precisamente de satisfacción, pero ni siquiera él sabía que estaba buscando.

Ni se acordaba cuantas horas llevaba sentado en aquel taburete, se le había dormido hasta el culo. Pero aún le quedaba cuerda para rato. Su amigo no hablaba demasiado, o quizás era que Félix Joaquín no le dejaba hablar. A veces se pasaba horas palabreando sin llegar a ningún sitio hasta que venía Paquita a recogerlo.

Ella lo cogía por la espalda sin decir nada. A veces, Félix Joaquín rechistaba diciendo "espera que me despida de mi amigo Raúl". A veces Raúl, a veces José, pero a Paquita le daba lo mismo, todos eran iguales. Ella se esperaba, en ocasiones 2 minutos, en otras 1o, lo que hiciera falta. Ella se esperaba a que su marido privilegiado se despidiera del amigo que solo él podía ver.

A él le conocían como el loco de las corbatas, a ella por ser la mujer más cuerda del pueblo.



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