Llegó ese día en que a Carlos le empezó a costar encontrar respuestas a las preguntas de su hijo. No es culpa mía, pensaba Carlos. Creo que soy suficientemente listo como para poder responder cualquier pregunta que pueda plantearme un mocoso de 4 años.
No fue cosa de una sola pregunta lo que le hizo pararse a pensar eso, sino que fue más bien una serie de acontecimientos, cuestiones y actitudes que culminaron con la duda que colmó el vaso.
"Papá, por qué los caracoles no vuelan?". Carlos sabía que los caracoles no volaban porqué no tenían alas, así que le contestó a su hijo eso. "Pues, porqué no tienen alas, hijo". "Y por qué no tienen alas? Yo no tengo alas, por eso no puedo volar? Por qué esa paloma tiene alas? Porqué ella puede volar?" Carlos le contestó que todo el mundo podía volar, de una u otra forma todos conseguíamos volar.
- Y la gente que se muere va al cielo volando?, preguntó el niño.
- Si, allí van, por eso todos volamos, contestó Carlos.
- Entonces ya sé que quiero ser de grande, dijo el niño.
- Qué quieres ser, hijo?
- Quiero ser piloto, para poder ir al cielo y decirle al abuelo que vuelva a casa. Él solo sabe volar, tendremos que enseñarle a andar no?
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