La mamá de Andrés no lograba entender la obsesión de su hijo.
A menudo intentaba recordar cuándo empezó aquello, pero no conseguía ubicarlo en su memoria, simplemente un día pasó, y para aquel entonces, ya era demasiado tarde.
Magdalena, madre de Andrés y de dos niñas gemelas más -Alfonsa y Ángela-, se preguntaba qué había hecho mal para que su hijo desarrollara esa obsesión. Porqué aunque nadie se atrevía a debatir sobre esto, Magdalena lo sabía desde el primer día que aquello era otra más de las llamadas enfermedades humanas. "Ésas que hay en todas las familias" repetía siempre para así sentirse una madre mejor.
Obsesionados los padres con la obsesión de su hijo no se dieron cuenta que a las gemelas les pasaba algo raro. Tampoco recuerdan como empezó, demasiado trabajo tenían con su hijo mayor.
Aquella familia empezaba a parecer un tanto extraña. Mientras que el niño se pasaba horas y horas viendo como daba vueltas la lavadora y moviendo la cabeza circularmente; las niñas se habían obsesionado en bañarse varias veces al día.
Fueron a los mejores especialistas de aquella época y ninguno supo encontrar una explicación. Finalmente acudieron a un curandero quién no encontró solución pero intuyó la raíz de todo.
Papá y mamá se avergonzaron al recordar dónde concibieron a sus hijitos. Sin embargo, esta historia pasó hace muchos años y ya nadie se acuerda ni de Papá ni de mamá, y mucho menos de sus hijos obsesos.
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