martes, 30 de agosto de 2011

Antonio el fino

Se despertó con la señal de las sábanas en la mejilla. En la almohada aún se podían apreciar restos de baba. Por suerte, aquel día no le había caído el moco.

Antonio se definía como un tipo corriente, sin saber exactamente qué significaba aquella palabra. Vivía solo, sin animales de compañía ni plantas dependientes. Estaba soltero, era feo y le faltaba la punta del dedo meñique. Pero no por eso se consideraba alguien normal. La característica que le permitía mezclarse entre la muchedumbre y pasar desapercibido era otra: usaba colonia de mujer.

Antonio era un tipo feo pero fino. Le gustaba pintarse las uñas de los dedos (salvo del que le faltaba un trozo), peinarse hacia delante y después hacia atrás, colorearse el rostro y a veces, cuándo se sentía solo, feo y gordo, se ponía pendientes con imán.

Llegó un día en que Antonio ya no se despertó con la señal de las sábanas en la mejilla. Creo que fue a partir de ese día, sea por usar otro suavizante o tal vez porqué le creció una uña en el dedo amputado, que los vecinos le empezaron a llamar Antonia.


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