Federico tenía una canica. Era la última que le quedaba después de haber perdido todas sus canicas en el patio del colegio. No las perdió jugando. Él era un niño muy reservado, nunca le había gustado jugar.
Todo pasó antes de que sonara el timbre.
Alicia tenía una Barbie. No era ni la primera ni la última que tendría. Ella era una niña muy dulce, aunque nunca le habían gustado los dulces. A sus 7 años se encontró con Federico.
Él era un niño muy nervioso y perdió los nervios. Alicia era muy guapa, de grande seguro que sería modelo. Fue aquel 5 de enero cuando, en medio de esa lluvia húmeda, se conocieron. Él corría con los bolsillos llenos de canicas, ella peinaba a su Barbie.
El niño no es que no llevara gafas, porqué de ver, veía bien. Fue más porqué iba mirando hacia atrás, y por eso chocaron. Aquello no fue un amor a primera vista, porqué Federico a penas la pudo mirar. Todas sus canicas cayeron en el patio, y el niño que le perseguía se apropió de ellas descaradamente.
Federico se quedó perplejo y solo supo decir "pe per dón". Y siguió caminando con la única canica que le había quedado.
Años más tarde cuando se acostaron por primera vez Alicia ni se acordaba de aquel día.
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