sábado, 24 de diciembre de 2011

Un cojín para olvidar

Sudado tenía el culo después de tantas horas sentada en la silla de madera. Esa sensación desagradable de como haberse meado encima y tener la necesidad de tocarse el culo para comprobarlo. Marta realizó la acción y de ese modo se despistó de tal forma que anotó tres más ocho igual a diez.

Metro setenta y tres, delgada, guapa, con un pelo brillante, ganadora del concurso de belleza de su pueblo natal, quién iba a pensar que podía equivocarse en una suma tan simple. Esa chica de la suerte a la que todo le salía siempre bien, ese día se equivocó.

Al frutero de la esquina le dará igual si en vez de once gramos son diez, pero a la cobaya de Pilar no le dio igual. Todos sabían que la culpa fue de Marta, esa dosis mal contada acabó con la corta vida de aquel dulce animalito de Pilar. Pero nadie se lo echó en cara, demasiado duro fue para la pobre Marta, y en vez de hacer que se sintiera peor optaron por ponerle un cojín a la silla de madera.


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