martes, 19 de enero de 2016

María la de la leche

A María la de la leche le llamaban así porqué vendía leche, aunque quién le puso el mote lo hizo por su carácter fuerte, a veces agrio. En la tienda nadie se atrevía a desafiarla, así pues, la razón la tenía siempre. Si el vaso era de 200ml, tenía un precio fijo, aunque nunca te lo llenara hasta arriba. Pero esto nadie se lo discutía. Para los que traían las botellas de su casa, María les sonreía amablemente aunque siempre usaba su medidor, no fuese caso que entrase una gota de más. Esto iba en contra del negocio.

A las vacas, las cabras y las ovejas, nunca nadie las había visto. Aunque nadie discernía sobre el buen sabor que tenía la leche de María, viniesen de donde viniesen. En la tienda podías encontrar leche de todas clases. Para los más clásicos y salvajes había de vaca, oveja y cabra. Todas ellas eran combinables entre si. También ofrecía -aunque sin mucha demanda- la vertiente vegetal con leche de almendras, soja, avena, nueces, arroz, avena y anacardo.

La virtud de María la de la leche iba más allá de producir leche. En cuanto una persona entraba por la puerta María reconocía qué leche necesitaba. Fascinados los extranjeros por la capacidad de desnudar sus propias mentes, se dejaban guiar por María quien conseguía además venderles el jabón.

El jabón no era más que leche sólida. Sin embargo, no era comestible. No importaba que no lo necesitaras, María la de la leche conseguía vendértelo. El jabón iba por peso. Por peso y por tiempo. El tiempo que tardaba María la de la leche en calcular cuantas pesas tenía que poner para nivelarlas con el jabón. Pero la paciencia de los clientes parecía ser eterna.

El éxito de María llegó a ser tan grande que todo el mundo compraba leche y, de rebote, jabón. Por las mañanas las cocinas y las lavandería de las casas olían a leche caliente. En el pueblo no había nadie que no consumiese leche. Ni hubiese llevado nunca una pieza de ropa lavada con jabón de leche.

No se sabe exactamente qué día era cuando la leche de vaca se terminó. En el pueblo, algunos hablan de que fue después de lo de la tetería que abrió enfrente. Otras voces, murmuran que las vacas murieron por sobredosis, pues se dice que en parte se alimentaban de cannabis. En la panadería de Magdalena comentan que el día que la leche de vaca se terminó el pueblo estaba desesperado. Dicen que no fue solo porqué se acabó la leche de vaca, sino que esto desencadenó el fin de la de oveja y de cabra.

Nunca nadie había visto las vacas, las ovejas y las cabras. Pero todo el mundo bebía felizmente leche de ellas. Todo el mundo ignoraba la dieta de las vacas, las ovejas y las cabras. Pero nadie desconocía su adicción al cannabis.

María se compró una báscula digital, dejó de pesar el jabón y empezó a venderlo por tamaño. En la lechería, se empezó a medir la leche por peso. Es decir, a pesarla. Pues María la de la leche siempre decía que las almendras y la avena ocupaban diferente espacio. Los extranjeros ya no aceptaban el jabón tan fácilmente. Incluso había quien se atrevía a retar a María, desafiándole a que le rellenara la botella hasta el tapón.

Se comenta que en el pueblo se dejó de consumir leche animal. Pero en realidad nunca nadie supo si en realidad existieron las vacas, las cabras y las ovejas. Lo que si que se supo es que María la de la leche, además de elaborar leche, elaboraba, o más bien, cultivaba cannabis. Se desconoce totalmente su uso.

Nota de Jubilee, 20:30 del 19.01.16. Historia de cómo un pueblo ignorante dejó la adicción al cannabis.

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